Hemos hablado mucho en flipada.com sobre armas nucleares y todo lo que pueden hacer. Lo hemos enfocado tanto en sus consecuencias en tiempos de guerra, como en tiempos de paz al manipular la energías nuclear. De hecho, uno de nuestros artículos más leídos es el de Hisashi Ouchi, el cual es un claro ejemplo de lo que la radiación puede hacer a un ser humano. ¿Pero que ocurre con las armas nucleares y sus efectos culturales?
El miedo que han provocado estas armas de destrucción masiva ha influido en más cosas de las que pensamos. Cuando Robert Oppenheimer inició la creación de la bomba atómica con el Proyecto Manhattan, poco sabía de todas las cosas que cambiarían en el mundo. Hay que recordar que la invención de las bombas atómicas fueron un antes y después en la historia.
De un día para otro, las grandes potencias tenían armas que podían barrer una ciudad entera en poco segundos. Aunque la guerra convencional se ha seguido usando para conflictos “menores”, la balanza en las grandes guerras había cambiado. Una tercera guerra mundial abierta ya no era viable, porque podía significar una catástrofe absoluta.
En esta ocasión hablaremos como las armas nucleares impactaron en la cultura general. Podrás comprobar como de profunda ha sido su influencia en muchas cosas que conocemos.
Indice de Contenidos
1 – La ética detrás de las armas nucleares
La creación de armas que podían acabar con la vida de miles o millones de personas en segundos, llevó a muchos dilemas éticos. Muchos grandes pensadores y personajes mediáticos de la época empezaron a cuestionar la ética y moralidad de estas armas. Uno de los dilemas más grandes era si era ético invertir en la creación de armas atómicas en lugar de hacerlo en buscar soluciones pacíficas.
Los debates sobre empezar una guerra nuclear estaban por todas partes. Se asociaba directamente con el fin de la humanidad, y fue una época donde hubo mucho miedo. De hecho, este miedo estuvo presente en las siguientes décadas. De lo que más se hablaba era de cómo prevenir una guerra de este tipo.
Aunque se empezaron a poner en marcha protocolos para prevenir una guerra atómica, había mucha desconfianza y temor. Cada país tenía su sistema para lanzar los misiles con cabezas nucleares, pero básicamente funcionaban con complejos códigos. Estos códigos para realizar los lanzamientos los tenía el líder de la nación y algunos de sus generales más cercanos.
A principios de los años ochenta un profesor de Harvard llamado Roger Fisher hizo una curiosa proposición para evitar un conflicto nuclear. Era un protocolo que se debería aplicar a los presidentes de cada país que tuviera armas nucleares. Básicamente hacía referencia al código numérico que llevaban para lanzar los misiles.
Lo que proponía Roger Fisher era que se pusiera el código escrito en un papel y luego puesta en una pequeña cápsula. Luego la cápsula sería insertada quirúrgicamente al lado del corazón de un miembro cercano al presidente. Sería de forma voluntaria, por lo que la persona con la cápsula sabía a lo que se exponía. Por otro lado, el presidente tendría que llevar un afilado cuchillo de carnicero en todo momento.
¿Para qué el cuchillo? El motivo es que si el presidente tenía que lanzar los misiles usando el código, primero tendría que matar a una persona directamente. La idea era que si millones de personas tenían que morir, el presidente de cada país tendría que matar a la primera víctima él mismo. Dicho de otra manera, se tendría que manchar las manos de sangre de forma literal.
Flisher pensaba que esto haría que la persona portadora del código se lo pensara dos veces antes de lanzar misiles que matarían a tanta gente. Al final la proposición fue rechazada, pero fue una opción que se puso sobre la mesa.
2 – La venta de refugios nucleares se disparó
Hoy en día posiblemente no tendrías mucho éxito con la venta de refugios nucleares. Aunque con la guerra de Ucrania la amenaza nuclear se ha elevado más que en otras décadas, en general la gente no piensa que pueda ocurrir. Sin embargo, en su día fue un negocio muy lucrativo. La guerra fría hizo que la venta de refugios nucleares se disparara, sobre todo en Estados Unidos.
El miedo a una guerra nuclear hizo que muchas compañías vieran una forma de ganar mucho dinero. Los años cincuenta fueron la época dorada de los refugios atómicos, y fue una verdadera locura. Los vendedores iban puerta por puerta ofreciendo estos refugios, y mucha gente los compraba como si se tratara de un coche o un electrodoméstico.
En los años cincuenta los vendedores usaban anuncios en los periódicos y la televisión, pero la venta ambulante era muy eficaz. Curiosamente, se pudo comprobar que vender estos refugios yendo por las casa era más lucrativo que hacerlo con anuncios en los periódicos.
El terror y el miedo eran las armas que usaban estos vendedores ambulantes. No era lo mismo hacerlo en el porche de una casa que hacerlo en un anuncio. Miles de vendedores recorrieron Estados Unidos para vender sus refugios a gente de ciudades y sobre todo en zonas rurales. Un refugio nuclear normal podía costar unos tres mil dólares, lo cual era bastante dinero para la época. Aun así se vendieron gran cantidad de ellos.
3 – Los refugios y los buenos ciudadanos
Una de las polémicas que surgieron con la venta de los refugios nucleares, fue por las profundas convicciones religiosas que había en ciertas partes del país. Un gran número de refugios se vendieron en zonas rurales de Estados Unidos, donde las raíces cristianas estaban muy arraigadas. La pregunta que se hicieron muchos es ¿compartirían sus refugios atómicos con los vecinos?
No todo el mundo tenía el dinero para comprarse un refugio, y en caso de una guerra nuclear significaba que morirían. El dilema era si los que tenían un refugio dejarían morir a sus vecinos o le dejarían usar el suyo. Esta pregunta llego a hacerse en los grandes medios americanos, lo cual llevó a una gran controversia.
El problema fue que las respuestas a esta pregunta fueron muy variadas. Los refugios solían ser para unas pocas personas (justo para las familias que lo habían comprado). Dejar entrar a más gente en caso de una explosión nuclear era un riesgo porque ponía en peligro a todos los que estaban dentro.
Muchas de las respuestas eran bastante polémicas. Había gente que aseguraba que llenarían el refugio con armas y dispararían al que se atreviera a entrar. Algunos incluso decían que pondrían una ametralladora en la entrada. Muchos sacerdotes y predicadores se escandalizaron con estas respuestas y hubo una gran confrontación en todo el país. Las creencias cristianas decían que había que ayudar al vecino, pero no todos estaban dispuestos a compartir su refugio.
4 – Armas nucleares para construir en lugar de destruir
Cuando piensas en armas nucleares solo puedes imaginar que son para destruir. Durante décadas se hicieron pruebas de todo tipo y se fabricaban bombas nucleares cada vez más potentes. Llegó un momento en que había muchas bombas en los silos y todas con fines intimidatorios. Irónicamente estas armas nucleares “garantizaban” la paz mundial, o eso decían a la gente.
Aun así, para muchos el tener tantas bombas atómicas paradas no era provechoso. Por eso surgieron algunos proyectos que proponían usarlas para fines más productivos. Un ejemplo fue como en Las Vegas surgió una industria de turismo para ver explosiones nucleares en una zona de pruebas cercana.
Algunos de los proyectos proponían cosas bastante curiosas, y todo ello con supuestos fines pacíficos. Uno de los usos era usar bombas atómicas para hacer canales y túneles. De hecho, se quería hacer un canal en Nicaragua usando explosiones nucleares para hacerlo más rápido. Se pensó en hacer túneles subterráneos para unir ciudades o incluso países. Parece que muchos no tenían en cuenta la radiación.
El proyecto Chariot propuso usar estas armas para hacer un nuevo puerto marítimo en Alaska. Las explosiones dejarían el “hueco” para poder construir el puerto, pero al final hubo infinidad de protestas y no se llevó a cabo. Hubo muchos más de estos proyectos donde se usarían bombas atómicas infinidad de trabajos.
La gran mayoría eran para proyectos de ingeniería y construcción, pero la contaminación por radioactividad no los hacía viable. Aunque pueda parecer extraño que no se tuviera en cuenta esto, no fue hasta más tarde que se supo lo que duraba la contaminación de la radioactividad y lo peligrosa que era. Al final todos estos proyectos quedaron en propuestas que no llegaron a ninguna parte.
5 – Experimentos de radiación con humanos
Uno de los momentos más tristes y desafortunados en la cultura nuclear, fueron las pruebas que se hicieron para conocer los efectos de la radiación. Como se ha dicho en la anterior sección, no se conocía demasiado bien lo que podría hacer la radioactividad. Por este motivo se hicieron experimentos que incluía usar seres humanos. Era muy importante saber lo que le esperaría a los supervivientes en caso de una guerra nuclear.
La manera más rápida de saber los efectos de radiación en las personas era con experimentos reales. Se conocen muchos de estos experimentos porque salieron a la luz con los años. Algunos de los más conocidos fueron hechos por los propios militares, los cuales expusieron a escuadrones de soldados a radioactividad. Básicamente los pusieron en zonas de pruebas nucleares para comprobar sus efectos.
Otros casos de experimentos con radiación fueron descubiertos décadas después. Se hicieron en pacientes médicos sin su consentimiento. Les inyectaron pequeñas cantidades de plutonio, uranio y polonio para ver el efecto que les causaba. Los pacientes solían ser personas con un bajo nivel social, por lo que pasó bastante desapercibido.
En algunos casos se hicieron estas pruebas con mujeres embarazadas para comprobar como afectaba la radioactividad al feto. Estos experimentos se asemejaban mucho a los realizados en el infame Escuadrón 731 japonés durante la segunda guerra mundial. Este tipo de experimentos se hicieron en varios países del mundo, sobre todo en los que tenían armas nucleares.
6 – La cultura nuclear en el cine, TV y literatura
Esta claro que donde más se ha podido notar los efectos culturales de las armas nucleares ha sido en el cine, televisión y literatura. En los años cincuenta esto se pudo comprobar porque estaba en todas partes. Los efectos de una guerra nuclear eran el tema favorito en el género de la ciencia ficción.
Una de las cosas más curiosas del cine sobre la era nuclear, era que se suponía que hacía que todo fuera grande. De alguna manera ya presuponían que modificaba genéticamente todo lo que tocara. Esto llevó a la creación de películas donde animales normales se hacían gigantes y atacaban a los humanos. Desde hormigas gigantes a plantas asesinas, la radioactividad convertía en monstruos a muchas especies.
Una de las películas de ciencia ficción más famosas de los años 50 fue “El increíble hombre menguante”. En este caso el afectado era un ser humano, pero en vez de agrandarlo lo iba haciendo más pequeño. Con todo esto se puede ver que había muchos miedos e inquietudes que se plasmaban en la pantalla.
Por otro lado, también hubo muchas películas y series de humor que hablaban de la era nuclear. Una de las más famosas fue “¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú”, de la cual hemos dejado más arriba una de las escenas más conocidas de aquel periodo.
En las siguientes décadas el cine y televisión siguieron aprovechándose de este miedo a las armas nucleares. ¿Recuerda alguien el final de “El planeta de los Simios” de Charlton Heston? En los años ochenta películas como “El día después” volvieron a asustar a millones de personas por todo el mundo. Pero esto ha sido algo continuado en la historia del séptimo arte, donde muchas situaciones de película empezaban con una guerra nuclear.