Hemos hablado bastante de los duros tiempos en la edad media y la vida que tenían. Eran tiempos de caballeros medievales, reyes, batallas y el preámbulo de una época más moderna en todos los sentidos. Esta época tuvo un poco de todo, pero se conocen sobre todo los momentos más oscuros. Quizá por eso la edad media tiene cierta mala fama en ciertas cosas. Pero hoy hablaremos de los monjes medievales, los cuales eran una parte importante de esa sociedad.
Para la mayoría de nosotros, vivir en la edad media sería un infierno. Simplemente nos hemos acostumbrado a las libertades y modo de vida modernos. A no ser que fueras de la nobleza o realeza, un ciudadano corriente dependía de un noble para todo, e incluso su vida pertenecía al señor de las tierras donde vivía.
Había excepciones dependiendo de donde se viviera, pero la vida era en general bastante dura. La “plebe” tenía que buscarse la vida para poder comer y subsistir, y muchas veces gran parte de su trabajo iba directamente a las arcas del señor feudal. No es de extrañar que una salida a la pobreza fuera hacerse monje.
Los monjes medievales tenían ciertos privilegios por encima de la población que vivía en las ciudades y aldeas. Aun así, no era todo bueno ya que también era muy sacrificado, y ciertos aspectos de su vida eran más bien oscuros. ¿Cómo eran los monjes en la Edad Media? Es lo que veremos en este artículo.
Indice de Contenidos
1 – La vida de los monjes medievales
Como se ha dicho, la vida de los monjes medievales era por lo general mejor que la de los ciudadanos corrientes. Sin embargo, tampoco tenían una vida de lujo como alguno puede pensar. Básicamente el ser un monje de la época les aseguraba tener una habitación para dormir, comer todos los días y cubrir sus necesidades básicas.
La habitación de los monjes medievales solía ser muy simple, donde en algunos casos solo había una cama hecha de paja. Con suerte algunas veces tenían algún tipo de mueble, como una silla y mesa para leer o escribir, pero no siempre era el caso. Pero tener todo esto es mucho más de lo que tenía la mayoría de la población (sobre todo en las ciudades).
¿Pero en qué sitios vivían estos monjes de la edad media? La gran mayoría tenían su “casa” en monasterios repartidos por las diferentes regiones. Estos grandes edificios solían ser verdaderas fortalezas que daban una buena muestra del poder de la Iglesia. Aunque los monjes tenían una vida bastante espartana, los monasterios contenían muchos objetos de valor.
Para muchas personas que tenían dificultades para llevar una vida decente, el vivir en uno de estos monasterios era la solución. Era una vida de meditación donde la mayor parte del día era rezar y estar en silencio. También tenían que hacer tareas de limpieza en el monasterio y dedicar un número de horas al cultivo y crianza de animales. Hablaremos más de esto en la siguiente sección.
2 – El Interior de los monasterios medievales
¿Cómo se organizaban los monjes medievales en el interior de los monasterios? Lo cierto es que para empezar solo había hombres, ya que para las mujeres existían lo que ya conocemos como conventos. Aunque el termino monjas medievales no es acertado, se puede decir que las monjas de la época tenían una vida muy similar a la de los monjes hombres.
Un monje tenía la vida asegurada hasta cierto punto, pero a cambio tenía que deshacerse de las posesiones que tuviera. En muchos casos los que se hacían monjes no tenían nada, por lo que no era realmente un sacrificio. También existían personas devotas con riquezas que seguían este camino espiritual, y daban a la Iglesia todas sus posesiones. No era lo más habitual, pero si hubo muchos casos.
Se puede decir que de alguna manera los monjes medievales eran muy parecidos a los monjes tibetanos que conocemos ahora. Se comprometían a llevar una vida alejada de los placeres físicos y encomendar toda su vida a Dios y la Iglesia. Esto incluía llevar una vida de pobreza (hasta cierto punto), castidad y obediencia ciega a sus superiores eclesiásticos.
Otro de los requerimientos era tener el trato mínimo con la gente fuera del monasterio. Ser un monje medieval era algo muy solitario, lo cual era quizá uno de los sacrificios más grandes. En muchos casos, los monjes no salían del monasterio en años. El único trato con la gente podía ser para vender lo que cultivaban o algún producto que producían (cerveza y vino por ejemplo). Esto para muchos monjes era insoportable y tenían que abandonar este “oficio”.
Las normas de la vida en un monasterio fueron escritas por San Benedicto. Por tanto, hacerse monje aseguraba tener un techo y el estómago lleno. Por lo demás, no era la panacea para llevar una vida plena tal como la conocemos. Pero estamos hablando de la edad media, donde para muchas personas la esperanza de vida era muy corta debido al hambre y las enfermedades.
Para hacernos la idea de un día en un monasterio, se levantaban muy temprano y asistían a misa. Algunos cantaban en el coro o hacían tareas directamente relacionadas con el oficio religioso. Esto les solía cubrir unas diez horas diarias. El resto del tiempo lo dedicaban a las otras tareas mencionadas, más centradas en el cuidado de huertos, animales o mantenimiento del monasterio.
3 – El curioso corte de pelo de los monjes
Posiblemente hayas visto en muchas películas que los monjes medievales tenían un estilo de peinado muy característico. Si has visto “El nombre de la Rosa” con el gran Sean Connery, sabrás de lo que estamos hablando. El peinado es el afeitado de la cabeza dejando un círculo alrededor en la base.
Es sin duda un estilo de peinado único de los monjes y reconocible en cualquier parte. ¿Pero de donde viene y qué significa? Lo cierto es que esta forma de cortarse el pelo tenía mucho significado para los monjes. Básicamente el “peinado” mostraba su devoción a Cristo al emular el círculo que dejó la corona de espinas que le pusieron.
Hay otras teorías que hablan del motivo de este corte de pelo, y muchos piensan que algunas de ellas son la verdadera razón. Por ejemplo, una de las más populares dice que era un modo de que los monjes caballeros medievales se diferenciaran de los musulmanes al luchar con ellos. Esto fue sobre todo durante Las Cruzadas, donde hubo grandes batalles entre cristianos y musulmanes.
Esta peculiar forma de peinado acabó en décadas recientes por orden del Papa Pablo VI. En 1973 abolió esta práctica y los monjes modernos pudieron llevar cortes de pelo más acordes a los tiempos de ahora.
4 – La comida era quizá el mayor beneficio
Si has leído hasta aquí, puedes que estés pensando que realmente no merecía la pena ser un monje medieval. Demasiado sacrificio para lo poco que se podía hacer. Sin embargo, en una sociedad donde mucha gente pasaba frío, enfermedades y hambre, ser monje en un monasterio tenía varias ventajas. Una de ellas era la comida.
Aunque la vida de un monje era bastante humilde y sencilla en muchos sentidos, comían mucho mejor que la mayoría de la población. Era de los pocos placeres que tenían en la vida que habían elegido. Comían todos los días y de forma variada, lo cual era todo un lujo en esos tiempos.
Aunque la Iglesia imponía ciertas restricciones a la hora de comer carne y pescado, los monjes solían tener abundancia de todo. Muchos piensan que en los monasterios solo comían pan, sopas y bebían agua, pero nada más lejos de la realidad. Había algunos días específicos donde no se comía carne y pescado, pero casi siempre lo tenían disponible en su mesa.
Se sabe que en algunos monasterios hacían trampa con ciertos alimentos. Lo que hacían era catalogar el pescado como carne y así lo podían comer en los días prohibidos. También hay que recordar que en muchos monasterios se hacía repostería y fabricaban queso, vino y cerveza. No es de extrañar que muchos monjes medievales estuvieran tan rollizos en una época donde había tantas hambrunas.
Por tanto, la dieta habitual de un monje era normalmente de carne, pescado, verduras y fruta y postres dulces. Muchas veces acompañado con vino y cerveza si era elaborado en el monasterio.
5 – Los trabajos de los monjes medievales
Ya se han dado varios de los trabajos que tenían estos monjes en sus vidas diarias. Pero también había trabajos de gestión para tener organizado todo dentro del monasterio. La comunidad tenían su jerarquía para que todo funcionara de forma fluida y sin problemas. Los monjes se dedicaban a rezar y hacer sus trabajos asignados, pero tenía que haber un Abad que se encargara de todo.
El Abad era el que generalmente se encargaba de hacer todas las gestiones fuera del monasterio. Era el que más salía fuera y viajaba para notificar a la Iglesia como iba el monasterio. A su lado había algunos monjes de confianza que le ayudaban, pero normalmente era el supervisor de todo.
Además de portavoz, era el gestor económico y el que imponía las reglas en la comunidad. Esto significaba que era el encargado de repartir justicia si hacía falta. El trabajo diario de los monjes podía variar mucho, y dependiendo del monasterio había muchos productos que eran vendidos en las ciudades. El Abad y sus allegados se encargaban de la parte mercantil de lo que se elaboraba en el monasterio.
Obviamente no lo podía hacer todo el, por lo que normalmente tenía a unos cuantos monjes que le ayudaban. Cuando el Abad no estaba, estos colaboradores se encargaban de todo en su nombre. Normalmente había un sacristán que se encargaba de que el monasterio estuviera limpio y en orden. Luego un monje que hacía funciones contables y se encargaba de los suministros. También había un monje encargado de las obras benéficas y más orientadas a ayudar a los pobres.
Los demás miembros de la comunidad tenían su propia tarea asignada, que podía ser cultivar en los huertos, cuidar animales, hacer queso, vino, cerveza, repostería, etc. De lo que ninguno se libraba era de las horas dedicadas al rezo y la parte espiritual.
6 – La Ley del silencio
Otras de las cosas que era una regla importante entre los monjes medievales, era mantener el silencio. Esto es algo que se ha mantenido en general en todos los edificios relacionados con la Iglesia. Sin embargo, en los monasterios se lo tomaban muy en serio y ningún monje rompía las normas. Básicamente la regla era que había que hacerlo todo en silencio, y solo hablar lo estrictamente necesario.
Ni siquiera durante las horas de comida se podía hablar, y todo se hacia sin despegar los labios. Cuando alguien tenía que pedir algo, como por ejemplo un poco de agua o más comida, lo tenía que hacer mediante gestos.
Esta norma de hablar lo mínimo posible no siempre se respetaba, y curiosamente se llegó a crear un lenguaje de silbidos. Se podía avisar de ciertas cosas con algunos tipos de silbido. Este lenguaje se enseñaba a los novicios cuando empezaban a ser monjes, por lo que la mayoría sabía comunicarse en este “idioma”.
Por tanto, aunque lo habitual no era escuchar voces en los monasterios medievales, si era más frecuente escuchar sonidos de silbidos.