Creo que ha quedado claro que nos encanta todo lo relacionado con la vida victoriana y todo lo que pasaba en aquella época. Hemos hablado de algunas enfermedades terribles que azotaron la era victoriana, como la tuberculosis. También hay otros aspectos de la ciencia victoriana que son interesantes y bastante peculiares, aunque hoy hablaremos de la cirugía victoriana. Hablamos de unos tiempos donde la cirugía antigua hizo la transición a la cirugía moderna.
Una cosa que mucha gente no sabe es que las cirugías que se practicaban hasta la época victoriana eran prácticamente medievales. Incluso durante este periodo las cirugías seguían basándose en técnicas del pasado. A partir de 1840 comenzaron los grandes cambios en la cirugía, lo cual fue el primer paso para llegar a lo que conocemos hoy en día.
Como en cualquier época de cambios, esta evolución en la medicina quirúrgica fue lenta y tuvo sus problemas. Muchas personas no salían vivas de las operaciones, tal como había ocurrido siempre en el pasado. Precisamente los cambios que se empezaron a realizar fueron para mejorar la supervivencia del paciente y aplicar técnicas más modernas y efectivas.
Aunque la cirugía avanzó mucho durante la era victoriana, eso no significa que se vieran cosas horribles que ahora vemos incomprensibles. Hay que recordar que se trataba de probar y mejorar con los errores. Por desgracia, eso suponía que mucha gente tenía que sufrir los procedimientos que todavía estaban en pruebas. Aparte de eso, se seguían aplicando viejos métodos que eran auténticas torturas.
Estas son algunas curiosidades de la cirugía victoriana que te harán agradecer haber nacido en tiempos más modernos.
Indice de Contenidos
1 – El paso de los hierros candentes a cerrar arterias
Todos hemos visto películas sobre como trataban las heridas en el pasado. Uno de los métodos más populares era parar los sangrados aplicando hierros al rojo vivo. Era la forma de cauterizar las heridas y que el herido no se desangrara. Pues era algo que se hacía de forma habitual, y se estuvo haciendo hasta la era victoriana.
En los principios de época victoriana muchos métodos antiguos se seguían poniendo en práctica, como el uso de hierros al rojo vivo. Quizá sea uno de los “procedimientos médicos medievales” que más se ha mantenido en el tiempo (junto a las sanguijuelas). Por desgracia, la anestesia todavía no estaba del todo desarrollada, y muchas veces las cirugías se hacían con el paciente consciente.
La mortalidad en las mesas de operaciones victorianas era muy alta. En muchos casos era por el shock y dolor durante la operación, y por eso la rapidez era un factor clave. Los cirujanos rápidos y certeros eran los más respetados, ya que la tasa de supervivencia del paciente era más alta. Muchos se hicieron verdaderos maestros en batir récords en amputaciones de todo tipo.
Sin embargo, el motivo principal de las muertes por cirugía en la era victoriana eran las infecciones. Este fue otro de los grandes cambios en la cirugía victoriana, y fue relacionado con la higiene. Los cirujanos no se lavaban las manos habitualmente, y los instrumentos usados tampoco se desinfectaban. Esto llevaba a muchos problemas después de la operación. Muchos pacientes morían a los días, semanas o incluso meses.
Muchos conceptos también cambiaron en estas operaciones. Por ejemplo, había la creencia de que el pus en las heridas era una señal de curación. No asociaban que pudiera haber una infección bacteriana en marcha que era peligrosa para el paciente. Todo esto cambió gracias a un médico y cirujano llamado Joseph Lister, el cual vio los buenos resultados de operar en un entorno aséptico.
2 – Los barberos eran también cirujanos
Te preguntarás que tiene que ver un barbero con un cirujano, pero en el pasado estuvieron muy conectados. Lo cierto es que históricamente los barberos siempre hicieron más cosas que afeitar y cortar el pelo. Ya sabemos por las películas como también ejercían de “saca-muelas” en los pueblos y aldeas del pasado. También realizaban pequeñas operaciones, como sajar quistes, sangrías o pequeñas amputaciones (dedos por ejemplo).
Al no haber una regulación demasiado seria, se permitía que los barberos hicieran de médicos para ciertas cosas. También era una forma de que mucha gente en la pobreza pudiera acceder a ciertos servicios médicos.
Lo que no saben muchos es que en ciertos periodos de la historia, estos barberos fueron tomados muy en serio como cirujanos. Un ejemplo fue durante las guerras napoleónicas donde se alistaron a muchos barberos con conocimientos de cirugía. Los heridos en batalla eran muchos, y los cirujanos no daban abasto. En este sentido, los barberos ayudaron mucho. Obviamente eran operaciones simples que quitaban algo de trabajo a los cirujanos oficiales.
Esta práctica fue común hasta la era victoriana, donde se empezaron los trámites para separar ambas profesiones. Se decidió que para operar personas hacía falta un mínimo de estudios y regulaciones. Aun así, mucha gente seguía acudiendo a los barberos para pequeñas operaciones al ser muy barato.
Como curiosidad, seguro que te has fijado en los cilindros blancos, rojos y azules que hay en la puerta de las barberías. ¿Sabías que los colores blancos y rojos simbolizaban los paños mojados en sangre como resultado de las cirugías? Aunque sean muy bonitos y vistosos, tienen un significado bastante siniestro.
3 – La llegada del cloroformo
Una de las primeras anestesias oficiales que llegaron a la “sociedad moderna” fue el cloroformo. Siempre han existido sustancias que han ayudado a librarse del dolor, y es algo que se ha usado en todas las culturas. En la era victoriana llegó en 1847 con el cloroformo, y se usó de manera intensiva durante las siguientes décadas.
La persona que introdujo el cloroforma fue el médico James Simpson, y fue de un modo bastante explícito. Mientras estaba haciendo experimentos en su laboratorio, accidentalmente respiró los vapores de una sustancia con la que trabajaba. Se quedó completamente inconsciente durante un rato, y al despertar vio el potencial de ese producto. Lo llamó cloroformo y se empezó a aplicar a pacientes que iban a ser operados.
El propio James Simpson fue el que creó la forma de administrar este anestésico. Lo hizo diseñando una máscara de tela que se ponía en el paciente, y luego era mojada con el cloroformo. De esta manera, los vapores del líquido dejaban al paciente completamente dormido.
No hace falta decir que el cloroformo fue toda una revolución en los tiempos victorianos. De hecho, se extendió por otras partes del mundo y se convirtió durante bastante tiempo en la anestesia oficial para cualquier cirugía que se tuviera que hacer. Con el tiempo empezaron a surgir otras anestesias con menos efectos secundarios que desplazaron al cloroformo.
4 – Hubo regulaciones en las amputaciones
Las amputaciones eran una práctica muy común hasta bien entrada la era victoriana. Era el modo más rápido y seguro de tratar heridas y fracturas demasiado complejas. Era el médico/cirujano el que tenía que decidir si se intentaba salvar el miembro o se amputaba, y muchas veces la decisión no estaba bien justificada. No quedaba muy claro cuando se hacían amputaciones innecesarias simplemente porque el cirujano tenía prisa o no quería liarse mucho.
Mucha gente que llegaba con un brazo o una pierna rota o fracturada al hospital, era pasada directamente a una sala con una mesa de operaciones. Ahí el cirujano cortaba el miembro y lo dejaba caer en un cubo con serrín. Muchas de estas operaciones se hicieron antes de la aparición del cloroformo, por lo que ya podemos imaginarnos en mal trago del paciente.
Como ya se ha dicho en otro apartado, la clave en las amputaciones era la rapidez. Era la mejor forma para asegurar que el paciente saldría de la operación, y por supuesto que sufriera lo mínimo posible.
Las amputaciones eran tan corrientes en los hospitales, que había incluso “competiciones” entra cirujanos para ver quién era más rápido. No solo era por ver lo rápido que hacían las amputaciones, sino quienes tenían en menor número de muertes en su historial. En este sentido el cirujano Robert Liston era de los mejores, ya que consiguió batir todos los récords en duración de amputaciones. Su mayor record fue cortar una pierna en solo 28 segundos.
Mientras que la media de muertes que tenían los cirujanos victorianos era de 4 de cada 10 amputados, Robert Liston solo tenía una muerte por cada diez pacientes amputados. Se hizo tan célebre, que los pacientes que tenían que pasar por esta dura situación, pedían expresamente a Liston para que les operara.
También hay que decir, que Liston también se hizo famoso por cortar accidentalmente el testículo a un paciente durante una amputación de una pierna. Es lo malo de ir con prisas…
Con el tiempo hubo regulaciones a la hora de realizar las amputaciones. El avance en las tecnologías médicas podía arreglar fracturas más complicadas, y por tanto se podía evitar la amputación. Ya no dependía de una decisión dada en el momento por el cirujano de guardia. De estas manera, la cirugía se hizo más selectiva a la hora de elegir si cortar o no una pierna o brazo.
5 – Los hospitales eran para la clase baja
Se puede pensar que un sitio que tiene hospitales es un sitio avanzado y moderno. Lo cierto es que es así, pero hay matices que se deben tener en cuenta. En la era victoriana el matiz era que los hospitales eran generalmente para gente pobre o de clase baja. La gente más adinerada solía ser tratada en su lugar de residencia, incluso cuando se trataba de una operación quirúrgica.
El ingreso de pacientes en un hospital era decidido por funcionarios gubernamentales. Los médicos asesoraban a los funcionarios sobre la salud y gravedad del paciente, y luego se decidía si quedaban ingresados. En casos muy graves y evidentes se ingresaba al paciente porque no quedaba más remedio.
El ingreso a un hospital se decidía un día a la semana, y básicamente se separaba a los pacientes por enfermedades físicas y mentales. En algunos hospitales no se admitía a pacientes que habían sido ingresados con la misma enfermedad. Las reglas eran bastante rígidas y no todo el mundo podía recibir tratamiento en un hospital. Obviamente, los que tenían algo de dinero solían tener preferencia a la hora de hacer el ingreso.
Las salas de operaciones normalmente estaban en los pisos superiores del hospital. El motivo era que la luz que entraban por las ventanas y cristaleras era mejor para realizar la intervención.
6 – Las operaciones eran auténticos espectáculos
Las operaciones quirúrgicas eran todo un evento donde se reunían muchas personas para verlo. Normalmente, uno puede pensar que ver a alguien siendo operado (sobre todo sin anestesia), no es del agrado de la mayoría. Sin embargo, las salas de cirugía se llenaban de mucha gente, que en muchos casos ni siquiera eran médicos.
Lo normal es que la audiencia fueran estudiantes y médicos que querían aprender nuevas técnicas de cirugía. Sin embargo, llegó un momento en que personas de otras profesiones que no tenían nada que ver con la medicina podían ver las operaciones. Esto no era demasiado higiénico ya que al final era una sala llena de gente hablando, tosiendo, estornudando y mil cosas más.
Según algunos reportes de la época, algunas veces las operaciones de cirugía se convertían en un montón de gente poniéndose de puntillas para ver mejor. En muchos casos aplaudían al finalizar la operación. No importaba que algunas veces, el paciente estuviera gritando durante todo el procedimiento. No parecía haber mucha empatía con los pacientes en las operaciones.
Otro dato curioso era precisamente con los alaridos de los pacientes en los hospitales públicos. Muchos de los pacientes ingresos y cerca de la zona de cirugía, tenían que soportar los chillidos de los operados. Algunas veces, los gritos de podían escuchar desde la calle si dejaban las ventanas abiertas. Todo esto paró en cuento llegó el cloroformo a las mesas de operaciones. Sin embargo, hasta ese momento tenía que ser un suplicio para otros pacientes que esperaban su turno para ser operados.