Como todos sabemos, la edad media fue una época bastante dura, sobre todo en lo que a modos de ejecución y tortura se refiere. Los métodos de ejecución eran de lo más variado, aunque los típicos que conocemos hoy en día también existían. Sin embargo, en algunos casos hacían variaciones que nos pueden poner los pelos de punta.
Una de las más horribles era aplicada al método de la horca, donde el reo era colgado y su cuerpo era dejado en una jaula suspendida de un poste o árbol. De esta manera todo el mundo lo podía ver y comprobar como se pudría. Así de horribles eran esos tiempos, y es que los castigos iban más allá de la muerte en muchos casos.
No era extraño en la edad media que después de ajusticiar de un modo horrible al reo, luego se cogieran los pedazos del cuerpo y se repartieran por el reino. Eran dejados de forma visible para que todos pudieran verlos y aprender la lección. La idea era castigar al criminal y también avisar a los demás del castigo que sufrirían.
Las jaulas que usaban para los ahorcados tenían en muchos casos forma humana. Estaban diseñadas para sostener el cuerpo de la persona miembro por miembro. No se usaban siempre, pero cuando se hacía ocasionaba una profunda impresión entre la población. Era sobre todo popular en Inglaterra y se uso sobre todo a partir del año 1740. Finalmente esta práctica acabó en 1834 donde se prohibió como castigo.
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Era un espectáculo público cuando se hacía
Hoy en día nos puede parecer un espectáculo macabro y de mal gusto, pero cuando un reo era colgado en una jaula, atraía a muchos espectadores. Algunas veces miles de personas se acercaban para ver al ajusticiado ser alzado en su jaula frente a todo el mundo. Sin embargo, los que vivían cerca de una de estas jaulas no estaban tan contentos.
El cuerpo se descomponía en la jaula y tenían que aguantar el mal olor. Era normal que tuvieran que cerrar las ventanas todo el tiempo que el ejecutado estuviera colgado.
El olor no era lo más terrible que tenían estas siniestras jaulas. Estaban diseñadas causar el máximo terror y morbosidad. Cuando el viento soplaba, las jaulas se balanceaban y emitían sonidos metálicos muy reconocibles. Para desgracia de los vecinos que vivían cerca de una de estas jaulas, podían tener que aguantarlas durante meses o incluso años.
No era extraño que los esqueletos en las jaulas se dejaran durante mucho tiempo. Para poner más difícil que la gente los quitara, se colgaban a más de 9 metros de altura. En muchas ocasiones se convertían en parte del paisaje.
Los herreros tenían libertad artística para hacer las jaulas
Aunque se usó esta práctica durante décadas en Inglaterra y en menor medida, otras partes de Europa, no era tan común. Por este motivo, cuando un ajusticiado iba a ser metido en una jaula después de morir, había que pedirla a un herrero.
Como no había un estándar para hacer estas jaulas, los herreros empezaban desde un diseño propio. Por este motivo era extraño ver dos jaulas de este tipo iguales. Algunas veces las jaulas dejaban las piernas colgando al aire, solo sujetando el torso. Cuando se quitaba una de estas jaulas, no se volvía a usar para otra víctima. Se solía desmantelar la jaula y luego vender los trozos como souvenirs.
Las mujeres no eran puestas en estas jaulas
Solo los hombres pasaban por esta humillación después de muertos. Sin embargo, no era porque se sentía un respeto por las mujeres. El motivo era que los cuerpos de las mujeres ejecutadas eran llevados a cirujanos y expertos en anatomía para la investigación del cuerpo humano.
Siempre hubo polémica por esta forma de castigo
Aunque fue algo que se hizo durante años, muchos rechazaban la práctica diciendo que era algo de bárbaros. Sin embargo, las cortes insistían que era una forma eficaz para prevenir el crimen. Lo cierto es que no funcionaba demasiado bien, ya que el crimen seguía igual que siempre. De hecho, muchos de los crímenes se cometían cerca de una de estas jaulas, por lo que no tenían realmente el efecto deseado.
Finalmente se fue perdiendo el interés en esta forma de “prevención” del crimen, y fue prohibido. Aun así, si lo pensamos fríamente, hubo una época donde los cadáveres eran expuestos al público durante años. Algo impensable en nuestra sociedad actual.