El boto o delfín rosado se encuentra mayormente en los grandes lagos de Suramérica
Quitando a un lado toda la mitología asociada a dichos animales, lo cierto es que no dejan de ser sorprendentes, ya que se trata de una de las pocas especies de delfines de agua dulce que quedan en la Tierra.
Se desconoce tanto su número como el origen de su característico color de piel
Según una investigadora de la Universidad de Florida, la tonalidad rosada no está presente en todos los delfines de dicha especie, y es que los más jóvenes tienden a tener un tono más grisáceo, que se va tornando a rosa según se vuelven más adultos.
Otra hipótesis reciente, promovida por el Instituto Nacional de Investigación del Amazonas, en Brasil, sugiere que dicho color proviene de los enfrentamientos entre delfines, que provocan cicatrices en su cuerpo, las cuales son de color rosado.
Tim Caro de la Universidad de California, ofrece un punto de vista más interesante, y es que su investigación se centra en la capacidad de los animales de camuflarse para evitar a los depredadores. Pues bien, en su estudio indica que los botos poseen ese color ara camuflarse con el peculiar tono que ocurre en algunos lagos tras las fuertes lluvias, que provocan la aparición de lodo de este peculiar color.
Su identificación es muy complicada pues apenas se muestran
Ya que quitando el color de su piel son muy similares a sus congéneres delfines grises, normalmente solo asoman la cabeza por encima de la superficie, prefiriendo quedarse bajo el agua.
Son por tanto tímidos y escurridizos prefiriendo la soledad a dejarse ver por los locales.
Se está intentando un método prometedor que utiliza el sonido de sus cantos para identificarlos individualmente y así clasificarlos.
Aún así, hay disparidad de comportamiento entre los botos
Ya que algunos de ellos si se dejan ver en grupos, incluso se dejan acariciar y juegan con los niños de Mocajuba, en Brasil.
Un comportamiento más que sorprendente teniendo en cuenta el tamaño de sus mandíbulas, pero que nunca muestran ni un ápice de comportamiento agresivo mientras se divierte con ellos.
Es si cabe más extraña dicha conducta por lo mencionado antes, ya que lo normal es que se dejen ver en grupo si son miembros de la misma familia, y sin embargo, muchos de ellos vuelven año tras año a este pequeño pueblo de Brasil, una acontecimiento que se repite por más de 30 años, no se sabe si por la comodidad de obtener comida a través de los humanos o por la proximidad de su territorio.
En peligro por los pescadores brasileños que los ven como ladrones de peces
Algunos pescadores ven en ellos una competencia por la adquisición de pescado, por ello les ponen trampas para atraparlos y, aunque dichas prácticas han sido prohibidas, siguen siendo utilizadas en ocasiones por los pescadores.
Después de todos estos estudios, todavía no están claros sus orígenes, pero se espera que cuanto más avancen en la investigación puedan convencer a los pescadores que no suponen gran amenaza para su sustento.