No es la primera vez que hablamos de un rey sueco en flipada, y es que dan mucho de si con sus extravagancias. En su día contamos la historia de Adolfo Federico de Suecia y su extraña forma de morir. Hubo otro rey en Suecia llamado Gustavo III en el siglo 18 que aplicó una pena de muerte de un modo curioso. Antes de continuar con su historia, hay que hablar un poco del café. Has oído bien… ese líquido que tomas en una taza todas las mañanas y algunas veces durante el día. ¿A quién no le gusta el café solo o con leche? Pues puede que te sorprenda saber que en otra época había ciertos países europeos que lo odiaban. El rey sueco Gustavo III era uno de los que aborrecía esta bebida.
La guerra de Suecia contra el café
Uno de los países que tenía demonizado el café en el siglo 18 era Suecia. En ese momento estaba Gustavo III como rey y lo cierto es que no lo hizo nada mal. Para empezar, fue el precursor de una época de desarrollo artístico en el país. Los mejores escritores de la época fueron atraídos a su país gracias a la fundación de la Academia Sueca. La literatura y la música tuvieron un protagonismo total en el reinado de Gustavo III. Aparte de eso, prohibió cualquier tipo de tortura. También dio más libertad a la prensa y creo un estado de tolerancia religiosa.
Como se puede ver, este rey de Suecia era un buen monarca en muchos sentidos, aunque odiaba el café. Gustavo III tenía la convicción que el café era una grave amenaza para la salud, como si de un veneno se tratara. Todo esto tiene una historia detrás, y no solo era un capricho de la corte.
¿Por qué en Suecia se despreciaba el café?
En el siglo 18 el café era muy consumido en Suecia como en otros muchos países. Tanto el té como el café se hicieron muy populares y la gente lo bebía continuamente. El gobierno pensó que el consumo excesivo de este líquido negro era dañino y hacía que la gente se comportara de una forma extraña. Por este motivo se impuso una ley que limitaba el consumo tanto del café como el té. Esta ley entró en vigor cuando nació Gustavo III. Aparte de la limitación, se impusieron altos impuestos a los que vendieran estas dos bebidas. Finalmente el café y el té fueron totalmente prohibidos en Suecia.
La prohibición del café no hizo que se dejara de tomar. Como suele ocurrir en estos casos (solo hay que recordar la ley seca americana) el contrabando se puso en marcha a todo tren. El consumo ilegal de café continuó a pesar de la prohibición. Se intentó parar por todos los medios pero sin éxito. Gustavo III ya siendo rey de Suecia, decidió tomar cartas en el asunto. Pensó que la única manera de disuadir a la gente de tomar café era mostrarle lo malo que era para la salud.
El experimento del rey sueco Gustavo III
En aquellos tiempos realmente no existían estudios sobre si el café era bueno o malo. Solo se asumía por los efectos de la cafeína y su color negro. El Gustavo III estaba convencido que el café y el té eran venenos lentos que mataban a largo plazo. Después de todo, durante toda su vida había estado prohibido. Para demostrarlo puso en marcha un plan. Dos hermanos habían cometido varios crímenes y fueron condenados a muerte, y el rey de Suecia vio una oportunidad para demostrar sus creencias sobre el café.
El rey les ofreció conmutar su pena de muerte por una vida en prisión, pero con una condición. Uno de los hermanos debía tomarse una taza de café todos los días durante el resto de su vida. El otro hermano debería hacer lo mismo pero con una taza de té. El rey pensaba que ambos presos morirían envenenados al poco tiempo y eso demostraría lo malo que eran estas dos terribles bebidas. De hecho, estaba convencido que el hermano que bebía café moriría el primero. Lo cierto es que las cosas no salieron como Gustavo III esperaba.
Los dos hermanos llegaron a los 80 y pico años, y de hecho el que bebió café vivió más tiempo. El rey no pudo comprobarlo ya que fue asesinado en 1792. Tampoco vio como después de su muerte el café fue autorizado de nuevo con una gran aceptación. Curiosamente Suecia es hoy en día uno de los países donde se toma más café en Europa. No está mal para una nación que lo tuvo prohibido tanto tiempo.