Ya hemos hablado con anterioridad del antiguo imperio romano y los crueles que podían ser en ciertos aspectos. Todos conocemos lo que se hacían en el coliseo y los juegos que ponían en marcha. A la hora de aplicar las penas de muerte también podían ser muy peculiares. Un ejemplo es la pena de muerte llamada Poena Cullei, reservada exclusivamente para los acusados de parricidio. No solamente se aplicaba a los que mataban a sus padres, sino a personas que mataban a familiares cercanos. Te contamos en qué consistía.
El castigo final del Poena Cullei
El término Poena Cullei es latín y se puede traducir como “castigo del saco”. Lo que hacían era meter al condenado en un saco o bolsa de cuero junto con un animal y luego el saco era tirado a un río. Al principio no se usaban animales en esta pena de muerte, pero fue durante la etapa del dominio romano cuando se empezó a hacer. Uno de los casos más conocidos de aplicación del Poena Cullei fue en los tiempos del emperador Adriano. Un hombre acusado de parricidio fue metido en un saco junto a un perro, un mono, un gallo y una víbora.
Por supuesto, el saco era cerrado con fuertes ataduras para que nadie pudiera salir de el. Aparte de eso, se sabe que en algunas ocasiones se ataban pesados trozos de maderas a los pies del condenado. De esta manera se hundía más rápido y no podía escapar. Aun así, suponemos que era muy complicado, sobre todo estando debajo del agua con animales enloquecidos de terror. Curiosamente cuando se empezaron a usar animales, solo se usaban serpientes para que acompañaran al reo al fondo del río. En algún punto se pensó en meter más animales variados.
Castigos previos a la sentencia de muerte
Cuando una persona era condenada a morir usando el sistema Poena Cullei, se le daba una opción. Si veía demasiado horrible morir ahogado metido en un saco, podía elegir acabar en la arena y ser comido por las fieras. Antes de darles esta opción, normalmente eran azotados y golpeados previamente.
Si el reo elegía la muerte por Poena Cullei, la tortura no se limitaba al ahogamiento en el saco. Totalmente ensangrentado por los latigazos y golpes, era metido en el saco con los animales y luego llevado al río o al mar. El camino desde la ciudad al río o al océano podía durar minutos o incluso una hora. Estar atrapado con animales desesperados por huir era un auténtico suplicio para el condenado, y para los animales también.
De todos modos, la pena de muerte mediante Poena Cullei no fue usada demasiado. Había otros medios de ejecución más comunes para los crímenes más habituales. Aparte de esto, cuando había un parricidio había que demostrarlo después de un juicio. Muchos de los acusados eran declarados inocentes por falta de pruebas por lo que esta curiosa forma de ejecución no se veía a menudo.
La abolición del Poena Cullei
Aunque no era aplicado con frecuencia, mucha gente lo veía como una forma de castigo incivilizada. En el siglo 9 finalmente se decidió abolir este método de ejecución. Aun así, el parricidio seguía siendo un crimen aborrecible que debía tener un castigo muy severo. Al prohibir el Poena Cullei se sustituyó la pena de muerte por la hoguera. Los acusados de parricidio eran quemados vivos hasta la muerte. ¿Fue una mejora para los condenados? No lo tenemos muy claro.