8 Maneras en que los Victorianos se Envenenaban sin Saberlo

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Seguro que has oído hablar de la época victoriana y de los que vivían en este periodo de la historia: los victorianos. Estuvieron presentes en el siglo 19 y nos dejaron un montón de cosas que marcaron nuestra época  nivel tecnológico. Los victorianos nos trajeron los trenes a vapor, la fotografía, los sellos e incluso los retretes con agua para tirar de la cadena (lo cual seguimos usando hoy en día). Fue una época donde el hambre de saber y descubrir cosas hizo que la humanidad avanzara técnicamente más que en los últimos siglos de una forma muy rápida. Sin embargo, en temas de seguridad y prevenir accidentes no eran muy buenos.

En la época victoriana  se trabajaba mucho con productos químicos, donde muchos eran muy peligrosos. Antes de que aparecieran protocolos de seguridad las precauciones consistían en poner una calavera y dos huesos cruzados en el envase del producto peligroso. Con esta simple precaución ya podían vender el producto en cualquier tienda a cualquiera. No hace falta decir que esto ocasionó una gran cantidad de accidentes y envenenamientos sin darse cuenta. Hablamos de algunos de ellos que te dejarán sorprendido.

1 – Biberones para bebé

Los biberones para dar de comer a los bebés llevan existiendo hace siglos de una manera u otra. En la época victoriana se inventó una nueva modalidad que consistía en una botella de cristal especial con un tubo de goma y al final una tetina. La idea era que el bebé chupara el tubo de goma como si se tratara de una pajita con un refresco. A estos biberones los llamaron de varias maneras, como por ejemplo “el pequeño querubín”. En un principio tuvo mucho éxito ya que los más pequeños podían alimentarse solos, lo cual gustaba mucho a las madres, dado que quitarse el corsé para amamantarlos era complejo. Se hizo tan popular que era casi obligatorio tener unos de estos biberones en una casa con niños pequeños.

Sin embargo, había un problema de diseño con estos biberones. El tubo de goma estaba conectado a la botella de cristal de tal manera que era muy difícil limpiarlo. Dentro de la botella la leche caliente era ideal para la aparición de bacterias. Para empeorar las cosas, las instrucciones dadas al comprar el biberón decía que no hacía falta lavarlo en tres semanas. El resultado fue un importante aumento de la mortalidad infantil sin que se supiera muy bien porque. Al final se descubrió que era por las bacterias mortales en estos biberones. Se pasó a llamar al articulo “biberón asesino”.

2 – Envenenamiento con ácido fénico

El problema de los biberones sucios con bacterias era un problema higiénico, pero por otro lado los victorianos estaban obsesionados por la limpieza. Tenían un concepto de la limpieza casi celestial, donde se decía que la limpieza los acercaba más a dios. En esta época también se empezó a hablar de la importancia de acabar con gérmenes dañinos, los cuales podían provocar infecciones. Fue tal la obsesión por acabar con los gérmenes que causó un gran número de muertos por el consumo de ácido fénico. ¿Cómo pudo ocurrir algo así?

Los victorianos compraban el ácido fénico como limpiador para el hogar. El problema era que esta peligrosa sustancia se vendía en un paquete idéntico a muchos paquetes donde se vendía comida. Por tanto, hubo muchas condiciones al rociar alimentos creyendo que el ácido fénico era sal o azúcar. También hubo muchas confusiones creyendo que era bicarbonato de sodio. Uno de los peores casos fue en 1888 donde usaron el ácido fénico en una tarta pensando que era bicarbonato. Trece personas se envenenaron y cinco murieron.

3 – El peligroso papel para cubrir las paredes de los victorianos

Una de las cosas curiosas de la era victoriana era que les encantaba el color verde. Esta obsesión por el color verde vino con las lámparas de gas y el fin de los impuestos por el número de ventanas que tenía una casa. Al poder tener más ventanas sin tener que pagar impuestos, tenían más luz durante el día. Durante la noche también tenían una mejor visibilidad con las lámparas de gas. Esto hizo que tuvieron una mayor inclinación por los colores brillantes. Uno de los preferidos era el verde, y se puso de moda poner papel verde en las paredes. No podía ser simplemente verde, sino que tenía que brillar para dar más impacto al color.

Para dar este brillo tan característico al verde de las paredes se usó arsenito de cobre, el cual es un derivado del arsénico Este bonito y brillante empapelado de las paredes envenenaba lentamente a los miembros de la casa. Hasta que se dieron cuenta de este pequeño detalles, muchos se pusieron enfermos y otros murieron por la exposición prolongada al veneno.

4 – El láudano era muy popular, y también peligroso

En la época victoriana se consumía el láudano como si se tratada de un simple paracetamol. Se usaba para una gran cantidad de males que iban desde calmar la ansiedad, reducir el dolor, ayudar a dormir y muchas cosas más. El problema es que el láudano es un derivado del opio. Se podía comprar en cualquier farmacia y era bastante barato y asequible para cualquiera. Esto hizo que tanto ricos como pobres se volvieron adictos a esta sustancia, sin importar el estatus social. Muchas mujeres lo tomaban para calmar los dolores de la menstruación. De hecho, irónicamente muchos lo tomaron para calmar los síntomas del envenenamiento del papel de su casa, explicado antes.

El láudano se empezó a tomar de una forma descontrolada. Mucha gente pasó los mismos efectos que muchos drogadictos de hoy en día con la heroína y otras drogas. Eran corrientes los temblores, alucinaciones, sudores y por supuesto las sobredosis eran frecuentes.

5 – El plomo era el gran veneno de la época victoriana

En plena revolución industrial las ciudades se empezaron a expandir rápidamente. Por este motivo se necesitaba llevar los servicios comunes a más casas. Uno de ellos era llevar agua a las casas. Se construyeron nuevas tuberías que iban a los nuevos distritos y hogares. El problema es que pusieron tuberías de plomo, el cual se iba desprendiendo y contaminando el agua. Esto llevó a infinidad de casos de envenenamiento con el paso de los años.

El uso del tóxico plomo no acababa con las tuberías. Se usó en casi toda la pintura que estaba a la venta. Esto quiere decir que prácticamente cualquier cosas que llevara pintura también llevaba plomo. Muebles, tintes para la ropa, juguetes y muchas más cosas tenían un cierto nivel de plomo. No se sabe exactamente cuanta gente murió indirectamente por este tipo de intoxicación pero se piensa que la cantidad es inmensa.

6 – Ácido bórico en la leche

El ácido bórico se usa hoy en día en algunos tipos de insecticida. Es increíble pensar que los victorianos lo llegaron a usar en la leche que se daba a los niños pequeños. El que tuvo la feliz idea de hacer esto fue el señor Beeton, el cual fue también el inventor del biberón mortal comentado antes. Antes de que existiera la pasteurización de la leche y los frigoríficos, las bacterias podían estropear la leche con mucha rapidez. Beeton aconsejó añadir un por de ácido bórico a la leche como conservante. Dijo que también le daba un ligero sabor más dulce a la leche.

La leche en adultos en ocasiones provocó casos de diarrea, nauseas y calambres estomacales por el ácido bórico. En los niños más pequeños los efectos eran peores. Hubo muchos casos de ataques epilépticos, problemas neurológicos e incluso muertes por culpa de echar ácido bórico a la leche. Claramente el inventor del biberón mortal se podía haber callado y perderse en una isla desierta.

7 – Velas mortales

En el siglo 19 hasta que llegaron las lámparas de gas se usaban velas por la noche para iluminar la casa. La cera que se usaba era de sebo o cera de abeja. La primera era la más barata y usada, pero el problema era que olía horriblemente. No todo el mundo se podía permitir cera de abeja, por lo que el sebo era lo más usado. Un francés llamado Michel Chevreul consiguió que las velas de sebo olieran mejor añadiendo algunos ingredientes secretos que no divulgó. Las velas de sebo dejaron de oler mal y de hecho incluso mejoró la calidad de la llama y toda la vela en si. Curiosamente las velas fueron prohibidas en Francia pero se hicieron muy populares en Inglaterra.

Durante un año entero la gente usó estas velas renovadas que ya olían bien. Sin embargo, un profesor de química una noche trabajando notó algo raro. Le llegó de una de estas velas un olor a ajo y esto le hizo sospechar. El químico sabía que el arsénico podía oler a ajo por lo que hizo algunas pruebas con las velas. Efectivamente las velas contenían arsénico, lo cual las hacía muy peligrosas al liberar el vapor al quemarse.

8 – Los médicos eran de cuidado en algunos aspectos

Los médicos en la era victoriana eran algo peculiares en muchas cosas. Muchos de los procedimientos que usaban estaban basados en el equilibrio del cuerpo. Usaban laxantes, purgaciones o incluso sanguijuelas para hacer sangrías. También pensaban que pequeñas dosis de veneno podían curar ciertas enfermedades. Llegaron a prescribir cigarrillos en ciertas enfermedades. No se tiene un historial de cuanta gente empeoró o murió por muchos de estos tratamientos, pero está claro que había que tener cuidado cuando se iba al médico.

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