En la costa de Alaska a finales de 1992, habiendo flotado alrededor de 2000 millas desde donde cayeron al océano. Otros 400 llegaron a la costa este del Golfo de Alaska.
Cada juguete encontrado se registró en el Ocean Surface Currents Simulation (OSCAR), un modelo computarizado que combina datos sobre presión atmosférica y la velocidad y dirección de los sistemas meteorológicos para mapear la trayectoria de indicadores de las corrientes oceánicas.
El modelo predijo la dirección de los Friendly Floatees, que llegaron al estado de Washington en 1994. Los juguetes restantes continuaron flotando en las corrientes oceánicas hacia Japón y de regreso a Alaska, y algunos incluso quedaron atrapados en el hielo del estrecho de Bering.
Ebbesmeyer pensó que tomaría años para que los Floatees cruzaran el Polo, terminando eventualmente en el mar de Groenlandia antes de que un clima más cálido los liberara del hielo.
En 2007, un pequeño número de estos juguetes, ahora blanqueados por el sol, apareció en las costas del suroeste del Reino Unido. Es probable que algunos aún estén por ahí, atrapados en las grandes islas de basura o aún navegando por las corrientes, invisibles a los ojos humanos.
Su viaje enseñó a los oceanógrafos cómo están conectados los mares y ayudó a entender cómo se mueven los objetos desechados en el océano de un lugar a otro.
Hoy en día, los oceanógrafos utilizan boyas equipadas con dispositivos de rastreo y GPS para aprender más, pero en los primeros años 90, fueron los patitos de goma los que hicieron el trabajo pesado.
Esta es la primera vez que he oído que la basura oceánica se usó para algo bueno, y me alegra que todo haya resultado bien.