¿Has pensado alguna vez en que te pudieran enterrar vivo? Lo cierto es que el concepto de ser enterrado vivo no es algo nuevo. Es un terror que ha tenido la humanidad desde siempre y existen innumerables novelas del pasado donde se habla de esto. Este miedo se acentuó bastante en la época victoriana. Se llegaron a formar sociedades para evitar los enterramientos en vida, las cuales hablaban de la posibilidad de que pasara y como evitarlo. Literalmente se buscaron métodos para evitar ser enterrado vivo.
Esto hizo que los médicos cambiaran su forma de declarar las muertes. De hecho empezaron a inspeccionar los cuerpos para ver las causas de la muerte. Hasta ese momento no se hacía y se firmaban los certificados de defunción muchas veces solo mirando el cuerpo. A no ser que fuera una muerte muy sospechosa, no se hacía nada con los cadáveres. Estos son algunos de los modos usados para evitar ser enterrado vivo gracias a la preocupación de la gente.
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1 – La prueba de la uña
El miedo a ser enterrado vivo era igual tanto en hombres como en mujeres. Este miedo venía sobre todo de artículos sensacionalistas en los periódicos y muchos rumores sin confirmar. En la mayoría de los casos la historia era la misma. Se había abierto un ataúd y descubierto una persona que había intentado salir golpeando y arañando la tapa. En 1924 surgió la prueba de la uña, la cual se hizo bastante popular. Fue gracias a la petición de una mujer llamada Caroline Aykroyd en Londres. Tal era su miedo a despertar en la tumba, que dio una idea para evitarlo.
La prueba de la uña era muy simple y consistía en coger una cerilla o una vela y ponerla debajo de las uñas del fallecido. Caroline Aykroyd creía que si alguien seguía vivo reaccionaría a la quemadura y despertaría. Cuando murió le hicieron la prueba y obviamente no se despertó. Aun así pidió ser cremada y sus cenizas esparcidas en el campo. Curiosamente en esta época las cremaciones se hicieron muy populares, y el miedo a ser enterrado vivo tuvo algo que ver.
2 – Rematar al muerto antes de ser enterrado vivo
El miedo a los enterramientos en vida también fue una forma de dar noticias escabrosas. El morbo que suscitaban estas noticias atraía a mucha gente al mismo tiempo que la asustaba. No es de extrañar que hubiera muchas peticiones para evitar ser enterrados vivos y aparecieran en los medios de la época.
Un artículo en un periódico londinense en los años 30 decía como el dueño de un restaurante dio curiosas instrucciones para su muerte. Tenía mucho miedo de ser enterrado vivo y por eso pidió que una vez muerto, lo remataran. Dijo que al morir el debía cortar una arteria principal para asegurar que estaba muerto. Aun así, también pagó para que le instalaran un mecanismo de llamada en el ataúd. Si se despertaba aun habiéndole seccionado una arteria, podía activar el mecanismo y hacer sonar una campana en la superficie.
Curiosamente este mismo modo de asegurar su muerte la realizó el escritor Hans Christian Andersen. Antes de morir pidió a sus amigos cercanos que se aseguraran de que le habían cortado las arterias antes de enterrarle. Era tal el miedo que tenía se despertar en el ataúd, que cuando se quedaba en un hotel a dormir, dejaba una carta en la mesilla que decía “no estoy realmente muerto”. Lo hacía por si tenía una falsa muerte cuando estaba de viaje.
3 – Asegurarse de una muerte mediante la decapitación
Las instrucciones que dejaban muchas personas para no ser enterradas vivos algunas veces eran muy siniestras. Un hombre llamado James Mott quería asegurar que estaba muerto y dejó un procedimiento muy preciso para ello. Cuando murió dos médicos examinaron el cuerpo de James Mott y le hicieron varias pruebas para asegurar su fallecimiento. Según dejó escrito Mott, los doctores le pusieron acido cianhídrico en la boca para envenenarlo.
Las siguientes instrucciones dadas a los médicos tenían dos opciones. La primera y preferida de Mott era que le cortaran la cabeza antes de enterrarlo. Si los médicos no querían hacerlo, la segunda opción era diseccionar sus restos. Después de cualquiera de las dos opciones, quería que lo metieran en un saco y lo tiraran al mar. No quería que le metieran en ningún tipo de caja. Si no se le podía tirar al mar, la cremación era una alternativa.
Este caso fue muy conocido en los periódicos ingleses a mediados de los años 20. Muchos pensaron que era una buena forma de asegurarse de estar muertos y pidieron lo mismo. Las noticias llegaron incluso a América, donde hubo varias decapitaciones por petición de personas que iban a morir en breve. Incluso la gente pagaba al médico para que la practicara la decapitación al morir.
4 – Un ingenioso método de 1790
Como se ha dicho, el miedo de ser enterrado estando todavía vivo asustaba a mucha gente. En 1790 se práctico un método curioso y también muy ingenioso. Se realizó en Inglaterra y se ponía al cadáver en una caja abierta. Luego se ponía un panel de cristal encima del cuerpo donde se había escrito debajo “Estoy muerto” con nitrato de plata. El mensaje era invisible hasta que el cuerpo empezaba a descomponerse y liberada ácido sulfhídrico. Era entonces cuando se sabía que la persona había muerto de verdad y se podía enterrar.
5 – La prueba de la respiración
En el pasado se hacían muchas pruebas para asegurar la muerte de una persona. Las pruebas de respiración eran las más populares y seguro que conoces alguna por películas o novelas. La primera de las pruebas era con un espejo. Se ponía un pequeño espejo sobre la nariz y boca del fallecido durante un minuto o incluso una hora. Lo que se esperaba era que el espejo se empañara si la persona seguía con vida. Otra prueba era con una pluma. También se ponía en la nariz y boca del muerto para ver si respiraba y movía la pluma.
Otra de las pruebas era la del agua o mercurio. Se llenaba un vaso de agua o mercurio y se ponía encima del pecho del fallecido. Si el diafragma de la persona hacía el menor movimiento, formaría ondas en el líquido del vaso. Lo cierto es que ninguno de estos métodos era totalmente preciso. No demostraban del todo si alguien había muerto.
6 – El conocido método de la aguja
Usar agujas era otro modo muy usado en los siglos XVIII y XIX. Se llegó a pensar durante esta época que si se pinchaba a una persona viva el agujero se pondría rojo y luego se cerraría. Si la persona estaba realmente muerta el agujero no se cerraría. Se solía pinchar en los dedos de la mano o en la planta de los pies para ver si se producía una reacción. También se usaba la aguja debajo de las uñas porque el dolor haría despertar a alguien que no estaba realmente muerto.
Curiosamente muchas personas, principalmente mujeres pedía, que se les pinchara el corazón. Pensaban que era una manera más segura de certificar que estaban muertas. En otros casos la petición era mucho más contundente. El corazón era quitado del cuerpo y así se evitaba un entierro prematuro. De hecho, en muchas ocasiones había que pagar para que los médicos extirparan el corazón a los fallecidos ya que era un trabajo adicional.
7 – Una inyección mortal
Un método menos agresivo como algunos de los que se han contado era una inyección de estricnina. A petición de la persona que tenía miedo a ser enterrado vivo, se le ponía esta inyección antes del enterramiento. En algunos casos era morfina lo que se inyectaba. Si el sistema sanguíneo y respiratorio no estaban del todo parados, con la morfina si pararían. Esto se utilizaba sobre todo en personas con enfermedades graves que les dejaba en un estado catatónico. Se podía decir que era una forma de eutanasia.
8 – El cloroformo para asegurar seguir inconsciente
Como se ha comentado al principio, se formaron sociedades para impedir que hubiera enterramientos en vida. Se buscaron muchos modos de prevenir que la gente despertara dentro de una oscura tumba y se enfrentara a una horrible muerte. Si alguien no era embalsamado, cremado o pasaba por una autopsia, se pensó en la alternativa del cloroformo. Se pensaba que si ponía una botella de cloroformo abierta en el ataúd del fallecido, era imposible que se despertara. Se usó este procedimiento en varias ocasiones, pero nunca se demostró que realmente funcionaba.