Cuando pensamos en la realeza, damos por hecho que son una élite de cuidadas costumbres y exquisitos modales. Eso es lo que se suele decir y lo que nos han hecho creer. Lo cierto es que la realidad es bastante diferente. Las monarquías han existido en varias naciones de Europa y algunos otros países más lejanos. Algunas de las cosas que hacían habitualmente nos pueden dejar con la boca abierta, y por este motivo siempre se han querido ocultar ciertos detalles de ciertos personajes de la monarquía. Veremos algunas de estas costumbres de la realeza que quitarán el hambre a más de uno.
Indice de Contenidos
- Enrique VIII tenía un taburete especial que le servía de retrete
- Juana “La Loca” viajaba con su marido muerto
- La Reina María Leonor de Brandeburgo también se quedó algo de su marido
- El Rey Carlos II y su singular peluca
- El rey Adolf Frederick se mató comiendo
- La higiene de Jaime I
- Luís XIV y su “trono” especial
Enrique VIII tenía un taburete especial que le servía de retrete
El rey Enrique VIII de Inglaterra hizo muchas reformas en su vida, y una de ellas fue introducir el “Taburete Retrete” a la monarquía. El propio rey decidió usar uno, y por ello eligió un paje entre varios de los hijos de la nobleza del momento. Su único trabajo era seguir al rey con este retrete portátil. Tenía que estar atento a lo que el rey comía, tomar notas de lo que consumía y preparar la evacuación posterior. Cuando el rey tenía que ganas de ir de vientre, el paje le ayudaba a desvestirse y luego limpiar el resultado.
Lo cierto es que era un trabajo muy respetado en la corte. El paje era uno de los que más contacto tenia con el rey, y por ello era de mucha confianza. Para los que piensen que no lo harían nunca, estos pajes vivían en el castillo y tenían un sueldo muy alto. Ganaban bastante más que otras profesiones bien asentadas del momento. Limpiar al rey después de que hubiera evacuado, fue una “honrosa” redición que se extendió durante cuatro siglos.
Juana “La Loca” viajaba con su marido muerto
Aunque se la conocía con el sobrenombre de Juana “la Loca”, su título oficial era el de Juana I de Castilla. Fue la madre de Carlos V de España y se casó con Felipe el Hermoso. Cuando su marido murió, no dejó que nadie lo enterrara. En lugar de eso se quedó el cadáver de su marido muerto en su habitación. Durante un año entero mantuvo el cuerpo mientras se descomponía. Ella mientras tanto seguía actuando como si estuviera vivo. Cuando le preguntaban por el, solo decía que estaba dormía y despertaría pronto. Dormía con el cadáver y exigía a los sirvientes que le trataran como si estuviera vivo.
La Reina María Leonor de Brandeburgo también se quedó algo de su marido
Esta reina no se quedó el cadáver de su marido como Juana “La Loca”, pero se quedó con una parte. Cuando murió le arrancó el corazón para poder dormir con el. Puso el corazón en una caja de oro y lo ponía al lado de la cama todas las noches. Algunas noches hacía que su hija también durmiera en su cama para poder dormir más cerca de su padre. Esto la traumatizó para siempre, y en varias cartas habla mal de su madre la reina María Leonor.
El Rey Carlos II y su singular peluca
Las extrañas ideas que tenían algunos reyes algunas veces rozaban lo ridículo. Cada vez que Carlos III dormía con una mujer le arrancaba algunos pelos del vello púbico y se los guardaba. Lo que hacía con ellos era irlos juntando en una curiosa peluca hecho que este tipo de pelo. Cuando la peluca ya fue lo suficientemente grande para ponérsela, la regaló a un club escocés donde se la ponían durante las ceremonias.
El rey Adolf Frederick se mató comiendo
El rey de Suecia Adolf Frederick tenía una gran debilidad por la comida. En especial le gustaba un postre que consistía en un bollo que era un rollito lleno de crema llamado semlas. Esto le llevó a la tumba. Lo que pasó es que durante uno de sus atracones, comió gran cantidad de caviar, langosta, diferentes tipos de carne y cualquier cosa que se le pusiera a mano. Después de comer hasta casi reventar, se comió catorce semlas seguidos.
Hasta el momento de acabar el postre no se veía ningún problema. Cuando se levantó le empezó a doler el estómago, lo cual era algo normal. Había comido antes de forma excesiva y nadie se preocupó demasiado. Sin embargo, al poco tiempo murió de esta indigestión. El rey Adolf Frederick quedó en la historia como el rey que se mató comiendo, aunque esto no es del todo justo. El rey de Inglaterra Enrique I de Inglaterra también murió comiendo gran cantidad de anguilas.
La higiene de Jaime I
Las historias de Jaime I hablan sobre todo de su higiene, o de la falta de el. Según se dice, nunca se bañaba. Lo único que se lavaba era la punta de los dedos con un pañuelo. Cualquier otro tipo de higiene era inexistente. De todos modos, no es el único caso. El rey de Francia Carlos VI tenía una terrible enfermedad mental que le hacía tener alucinaciones. Algunas veces se convenció de que estaba hecho de cristal. En una ocasión no se bañó ni se cambió de ropa en cinco meses. Pensaba que cualquier movimiento brusco le rompería, y por eso evitaba cualquier contacto.
Luís XIV y su “trono” especial
Siguiendo con la higiene de algunas reyes del pasado, el rey francés Luís XIV tampoco fue de los más aseados. Hizo que el trono en que se sentaba se reconvirtiera también en un retrete. Lo utilizaba en cualquier situación, incluso mientras tenía reuniones o en las sesiones de la corte. Podemos imaginar los olores que se tenían que soportar en estas sesiones. En toda su vida Luis XIV se bañó tres veces, por lo que había que recurrir a los trucos para que el olor no fuera insoportable. Hacía que llenaran las habitaciones con flores y perfumes. El mismo se embadurnaba de diferentes colonias para tapar el olor.
Dado que el olor era difícil de disimular, expertos creadores de perfumes de la época le diseñador una colonia personalizada. Aunque no se bañaba, se cambiaba mucho de ropa. De hecho, se cambiada tres veces al día, lo cual pensaba que era suficiente para no oler mal. Aun así, pensamos que no era suficiente.